Peru
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El imperativo del deber


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En el comportamiento humano hay tres acciones que, luego de Pensar, constituyen la esencia de las decisiones que se tomen: Querer, Poder, Deber.

Dicho con suma sencillez, frecuentemente Queremos hacer algo; es decir, nos proponemos realizar acciones que nos conduzcan a un objetivo deseado. De inmediato necesitamos saber si aquello que queremos efectivamente lo Podemos alcanzar, haciendo un cotejo objetivo de posibilidades. Entonces es cuando surge lo más trascendental: ¿Debemos hacerlo? El tránsito reflexivo entre la voluntad, la factibilidad y la trascendencia de nuestros actos está puesta a prueba de modo permanente.

Así como estos momentos se producen en la simple cotidianidad de nuestras vidas, pueden alcanzar dimensiones históricas en especial cuando esas decisiones interpelan la contextura ética de quienes deben tomarlas, muy especialmente por sus consecuencias.

Una de ellas proviene de la egregia figura de Francisco de Paula González Vigil, el rebelde tribuno tacneño que –en 1832- acuñó la célebre frase “Yo debo acusar, yo acuso”, denunciando al Presidente Agustín Gamarra por haber infringido la Constitución.

Aún más trascendental es la inmortal respuesta del coronel Francisco Bolognesi cuando Arica era tierra peruana (1880), y no obstante la inmensa superioridad numérica y logística del invasor, al recibir la propuesta de una rendición digna, escogió la ofrenda de su propia vida y la de sus subalternos en defensa del territorio nacional, respondiendo: “Tengo deberes sagrados que cumplir...”.

Son tres verbos tan simples como formidables: por sobre lo que se quiera o lo que se pueda, lo fundamental es hacer lo que se debe.