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El deshonor de los plagios

El diario español EL PAÍS, en agosto de 2016, publicó una nota tan penosa como aleccionadora por una denuncia de plagio en una tesis en la que había incurrido el Presidente de México, Enrique Peña Nieto. La nota subtitulaba: “El robo de ideas ajenas fue motivo de dimisión de ministros y presidentes”.

En ella se mostraban los casos de personalidades políticas sobre las cuales habían caído severas y fundamentadas denuncias relativas al plagio de sus tesis profesionales. Dos de esas figuras renunciaron a sus cargos como fue el caso de Pál Schmitt, Presidente húngaro, que el 2012 dimitió luego que la Universidad respectiva informó que la mayor parte de su trabajo fue copiada. Lo mismo ocurrió con Victor Ponta, Primer Ministro rumano (el cargo corresponde a Jefe de Gobierno), a quien se le retiró su doctorado en 2014 después que la Universidad de Bucarest dictaminó que había plagiado gran parte de su tesis en 1980. Ponta renunció dos años después de la comprobación y reconoció que debía haberlo hecho antes.

Otros casos relevantes son dos ministros alemanes, Karl Theodor zu Guttenberg (de Defensa) y Annette Schavan (de Educación) en los años 2011 y 2013, el primero de los cuales vio caer por tierra su auspiciosa carrera política.

También envuelto en estos asuntos se halla Vladimir Putin, en la cumbre del poder desde 1999 y presidente ruso hasta la fecha. La acusación es de 2006 y la fuente copiada es de 20 años atrás, sólo que es mucho pedir que alguien como Putin se inmute por esto.


Volviendo a Peña Nieto, éste no renunció a la Presidencia –que concluyó en 2018- aunque semejante escándalo incrementó su desprestigio y el de su partido.